El intento de “posada” atribuido a Andrea Chávez en Delicias, Chihuahua, terminó en un fracaso estrepitoso y en un repudio abierto. Agricultores bloquearon accesos, desplegaron mantas de rechazo y realizaron perifoneo en contra, mientras la senadora no apareció. La escena dejó claro que el descontento no era coyuntural: era una respuesta directa a su papel en la Ley de Aguas.
La protesta fue contundente porque el reclamo tiene memoria. Los manifestantes llevaron consignas para recordarle su voto a favor de la reforma a la Ley de Aguas Nacionales y la posterior expedición de la Ley General de Aguas, publicadas en el Diario Oficial de la Federación y entradas en vigor el 12 de diciembre. Para el campo chihuahuense, ese voto marcó una línea roja: decisiones que —afirman— ponen en riesgo el acceso y control del agua en regiones productivas.
Lejos de pasar página, los productores dejaron un mensaje político directo: no se olvida el agua. La manta visible en la ciudad sintetizó el ánimo social y el perifoneo lo amplificó. El intento de acto fue leído como una estrategia para distraer y “normalizar” un tema que sigue siendo herida abierta. La respuesta fue inmediata: el campo no acepta gestos festivos para encubrir decisiones que considera lesivas.
La ausencia de la senadora terminó de sellar el episodio. En política, cuando el reclamo ocupa las calles y la figura señalada no da la cara, el silencio pesa. Analistas locales coincidieron en que el evento se cayó porque no había respaldo, y porque la discusión de fondo —el agua— no se borra con una posada.
Delicias dejó una advertencia clara para Morena: los agricultores no se venden. No por eventos, no por promesas y mucho menos cuando está en juego el agua. Entre mantas, bloqueos y consignas, el mensaje fue inequívoco: el campo recuerda, resiste y responde.