RUPTURA ÉTICA: Morena TRAICIONA su bandera anticorrupción y ‘ficha’ la sombra del blanqueo de Andorra

El gran engaño de la 4T. La máscara de la “regeneración” se cae estrepitosamente en el Senado, revelando que para Morena, la ambición de poder está muy por encima de cualquier principio ético. La más reciente y escandalosa maniobra es la integración forzada de Erik Iván Jaimes Archundia a la bancada oficialista en la Comisión Permanente. El suplente de Manlio Fabio Beltrones—político cuyo nombre está inextricablemente ligado al expediente de lavado de dinero en la Banca Privada de Andorra (BPA)—, ahora es funcional a los intereses del partido que prometió acabar con la corrupción.

La desesperada operación de cooptación fue defendida con una narrativa absurda por la senadora Verónica Camino Farjat. Su intento de minimizar el hecho, argumentando que la designación de Jaimes Archundia “no significa que se sume a Morena”, es un insulto a la inteligencia ciudadana. Camino actúa como un burdo escudo para encubrir la táctica más rancia de la vieja política: el reclutamiento de piezas en la agonía del poder, sin importar que provengan de la esfera de la opacidad financiera internacional.

La gravedad de la situación no radica solo en el “chapulineo“, sino en la contaminación ética que Morena permite en sus filas. El nombre de Beltrones es sinónimo de fortunas ocultas, con el caso de Andorra exhibiendo movimientos por $10.4 millones de dólares en la BPA, cuyo origen es cuestionado y está bajo investigación reabierta por la justicia extranjera. Al absorber a su suplente, Morena legitima tácitamente a los actores vinculados a las prácticas que, supuestamente, llegaron a combatir.

Este es un punto de no retorno para la congruencia de Morena. La búsqueda obsesiva por asegurar una mayoría, incluso a costa de incorporar figuras conectadas con el dinero sucio de Andorra, demuestra que su lucha anticorrupción es selectiva, hipócrita y sacrificada en el altar de la aritmética legislativa. Morena ha traicionado su propia bandera, alistándose en las filas de las peores costumbres políticas que juró erradicar.

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