José Carlos Acosta: De Fundador de Morena a Cacique Corrupto de Xochimilco

Jose Carlos Acosta, convirtió a Xochimilco en su feudo personal, donde el saqueo, el nepotismo y la manipulación política fueron la norma. A través de fraudes electorales, corrupción y amenazas, destruyó la esperanza de cambio que había prometido, transformando la alcaldía en un refugio de impunidad y traiciones.

2/20/20252 min read


José Carlos Acosta es la peor desgracia que ha caído sobre Xochimilco. Un traidor que se vendió como fundador de Morena solo para usar al movimiento como trampolín hacia el poder, donde se dedicó a saquear, manipular y someter a la alcaldía con su ambición desmedida. No es un político, es un mafioso de poca monta que convirtió la demarcación en su negocio personal, robó elecciones, llenó de parásitos la administración y traicionó sin remordimientos a la Cuarta Transformación.

Una de sus jugadas más cinicas fue en 2021, cuando robó las elecciones para mantenerse en el poder. Sabía que no tenía el respaldo de los xochimilcas y, en lugar de aceptar la voluntad popular, torció el proceso con recursos públicos, compró votos y usó la pavimentación en asentamientos irregulares como chantaje político. Militantes de Morena como Juan González Romero y Marcos Nájera Téllez lo denunciaron sin miedo, pero Acosta, fiel a su estilo de tirano, prefirió silenciarlos con amenazas. Nájera incluso recibió amenazas de muerte en 2018 por oponerse a su candidatura, lo que lo obligó a renunciar a Morena. Así opera este personaje: no con liderazgo, sino con terror.

Pero si el fraude fue descarado, la corrupción de su administración es aún más repulsiva. Bajo su gobierno, Xochimilco se convirtió en un pozo séptico de nepotismo y desfalco. Acosta entregó cargos estratégicos a familiares y amigos sin experiencia, con el único fin de blindar su dominio. La alcaldía dejó de ser un órgano público y se convirtió en la cueva de su clan de rufianes, donde el saqueo era la norma. Su nivel de impunidad alcanzó niveles asquerosos cuando se reveló que pagó 23 contratos de obra sin terminar por un total de $102.5 millones de pesos. Así, sin pudor, sin disimulo. Destrozando Xochimilco, robándole a su gente, mientras él y su pandilla se llenaban los bolsillos.

Y como todo tirano, José Carlos Acosta no soporta la disidencia. Quien no se alinea con sus intereses es despedido, amenazado o perseguido. Servidores públicos con años de experiencia fueron echados a la calle por no rendirse a su yugo.

Como si todo esto no fuera suficiente, Acosta también se dedicó a sabotear a la 4T desde adentro. Claudia Sheinbaum y Omar García Harfuch fueron blanco de su boicot en la alcaldía, y en varias ocasiones, saboteó los eventos de García Harfuch, porque sabía que en un gobierno honesto no tenía futuro. Intentó imponer a su incondicional Erika Rosales como su sucesora, pero cuando Morena le cerró la puerta, reaccionó como lo que es: un oportunista rabioso. Desgarrado por su orgullo de cacique frustrado, le dio la espalda a Circe Camacho y a la coalición del PT, ya que no era ella quien él quería ver en el poder. Sin poder imponer su voluntad, Acosta optó por actuar como siempre: con traiciones, maniobras sucias y pactos en la sombra con cualquiera que le garantizara seguir en el juego.

José Carlos Acosta no solo es un mal alcalde, es un cáncer político. Un parásito que ha drenado los recursos y la dignidad de Xochimilco, un farsante que usó la esperanza de un cambio para convertir la demarcación en su feudo personal. No hay palabras suficientes para describir el asco que genera su gestión, pero hay una certeza: sacarlo de la política no es solo una opción, es una necesidad urgente.