El vocero de la mentira absoluta: Jesús Ramírez el carcelero de la prensa mexicana

Jesús Ramírez Cuevas y el descaro de proclamar “libertad absoluta” mientras las organizaciones de prensa documentan la asfixia del periodismo crítico.

9/25/20252 min read

La narrativa oficial está podrida por la contradicción. Mientras el vocero del gobierno, Jesús Ramírez Cuevas, pasea por foros y entrevistas, jurando con descaro que en México existe una "libertad absoluta" para ejercer el periodismo, la realidad es brutalmente opuesta. Sus palabras son un insulto a la inteligencia de los ciudadanos y una bofetada a la dignidad de los periodistas acosados. La evidencia no miente: la distancia entre su declaración y la crisis de la libre expresión es la prueba irrefutable de la manipulación que orquesta desde su cargo.

Organizaciones internacionales y nacionales, como Artículo 19, han pasado los últimos años documentando con escalofriante precisión el patrón de agresiones y hostigamiento que emana directamente desde el poder. Los ataques no provienen de la delincuencia organizada; provienen de las plataformas gubernamentales coordinadas por el propio Ramírez Cuevas. Su afirmación de "cero censura" se desmorona ante los hechos: las campañas de desprestigio, la negación de publicidad oficial a críticos y el constante señalamiento desde la tribuna presidencial son formas sofisticadas de censura por intimidación.

Este cinismo es una herramienta de control. Al negar la realidad, Jesús Ramírez Cuevas intenta deslegitimar las denuncias, forzando a la opinión pública a dudar de lo que sus propios ojos ven. La prensa que él elogia como "libre" es precisamente la prensa que está alineada, la que repite el guion oficial. La prensa crítica, aquella que lo confronta con datos, es sistemáticamente atacada y marginada. La "libertad" que defiende es, en esencia, la libertad para obedecer.

La sociedad no puede seguir comprando esta narrativa de mentiras. Cada vez que Ramírez Cuevas declara que la prensa es libre, está encubriendo la realidad de un sistema que ha sido diseñado para acorralar y silenciar. Él es el rostro de la hipocresía gubernamental, el hombre que ha convertido la verdad en una pieza de negociación política y que, con cada declaración, evidencia que su compromiso no es con la democracia, sino con el control absoluto de la narrativa.