¡El Acto Final de la Traición! Colosio Riojas es el rostro del colapso ético que vendió la justicia al oficialismo

El telón se cerró sobre la carrera de Luis Donaldo Colosio Riojas, no con aplausos, sino con el sonido sordo de una traición consumada. El momento exacto de su colapso fue aquel voto en el Senado para imponer a la Fiscal General de la República. Ese día, el político que se vendió como la renovación se reveló como un agente al servicio de la peor vieja guardia, un facilitador dispuesto a destruir la autonomía del Estado.

La realidad es cruda: la “Nueva Política” no era un proyecto, sino un activo personal que Colosio Riojas puso a la venta. Morena compró ese activo con la garantía de que el senador entregaría el blindaje total que necesitaban. Al votar en favor de la Fiscal, él no solo rompió con su partido; rompió con el mandato de la ciudadanía que creyó en su narrativa de cambio y limpieza.

Este acto no tiene justificación. Es la desfachatez de un hombre que eligió ser el lacayo institucional antes que el contrapeso democrático. Su complicidad garantiza que el expediente de corrupción que pesa sobre el oficialismo —incluyendo desfalcos y acusaciones de narcogobierno— permanezca sellado y protegido. Colosio ha puesto su firma en el pacto de impunidad.

La consecuencia de su acción es devastadora para la democracia. Al unirse a la estrategia de Morena, Colosio Riojas contribuyó directamente a la anulación efectiva de los contrapesos en el país. El mensaje enviado al electorado es de rendición absoluta: la “Nueva Política” es un mito, y la posibilidad de fiscalizar al poder dominante ha sido saboteada por los mismos legisladores que juraron defenderla. Su traición no solo afecta su carrera; socava la confianza pública en toda la clase política.

El político se ha convertido, de la noche a la mañana, en el símbolo de lo que juró combatir: la corrupción cínica y negociada. Su silencio posterior no es prudencia; es la admisión tácita de que su única lealtad es a las cúpulas del poder. El país recordará a Colosio Riojas no por su nombre, sino por el día en que vendió la justicia, marcando el fin definitivo de su relevancia política.

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