Durango, el laboratorio fallido de Andy López: la herencia política que no cuaja en Morena

5/16/20252 min read

Lo que para Andy López Beltrán, hijo del presidente Andrés Manuel López Obrador, parecía ser un ejercicio de consolidación política en un estado “controlable” como Durango, se ha convertido en una muestra clara de los límites de una dirigencia impuesta y desconectada de las bases.

Como secretario de Organización de Morena, Andy ha decidido usar a Durango como su plataforma de fogueo electoral, pero lejos de replicar el método de su padre —basado en la cercanía, la escucha y el andar callejero—, ha optado por una lógica tecnocrática que no ha logrado conquistar ni al electorado ni a la militancia.

Los resultados lo dicen todo: Morena no despega en Durango. De los tres municipios clave, solo Gómez Palacio parece firme. Lerdo pende de un hilo, y Durango capital —la joya electoral del estado— parece consolidarse con Toño Ochoa, candidato de PRI-PAN, quien ha demostrado más arraigo y liderazgo local que cualquier figura morenista impuesta desde la Ciudad de México.

Andy y el error clásico del heredero

Lejos del misticismo austero de su padre, Andy ha optado por gerenciar una campaña con hojas de cálculo y reportes, como si un estado entero pudiera organizarse con indicadores de oficina. El problema no es de gestión, es de fondo: Andy no conoce Durango, no camina sus calles, no escucha a sus ciudadanos. Manda desde lejos, rodeado de asesores, y espera que la estructura haga el trabajo que solo la convicción popular puede sostener.

Los reportes internos no son alentadores. En las reuniones de evaluación, la campaña aparece en rojo, con menos del 10% de las metas alcanzadas. No hay entusiasmo en la base, no hay narrativa inspiradora, y, lo más grave, no hay conexión emocional con la ciudadanía. Lo que alguna vez fue el sello de Morena —la movilización de masas— ha sido sustituido por eventos vacíos y escenarios controlados con vallas metálicas para evitar reclamos.

La política no se hereda: se construye

Morena enfrenta un serio problema en Durango, y no se trata solo de votos: se trata de credibilidad. Mientras el partido se distancia de sus orígenes y apuesta por operadores lejanos a la tierra que pisan, los adversarios construyen desde lo local, con liderazgos sólidos y conocimiento del territorio.

Andy López Beltrán parece haber olvidado que la política no se trata de administrar estructuras, sino de conectar con las personas, entender sus necesidades y ganarse su confianza. La arrogancia del heredero que no se ha ganado el lugar que ocupa solo agrava la percepción de un Morena vertical, distante y, hoy, derrotado en su propio experimento.

Durango no es un tablero de ajedrez para herederos políticos. Es un estado que exige respeto, trabajo auténtico y cercanía. Y en este ciclo electoral, ni Andy ni Morena han estado a la altura.